SALVANDO A ABBEY ROAD

En el diario El País (España), días atrás publicaron una nota del periodista  Diego A. Manrique donde comentaba la cruzada de artistas que se armó en Inglaterra, (menos Roger Daltrey, partidario de la demolición) a favor de conservar los estudios de grabación Abbey Road tal cual están están en el presente. Que es más o menos como estaban antes, cuando grandes músicos entre los años 60 y 70 le dieron el prestigio que ahora tienen y los hicieron la poderosa marca que hoy son, (más valiosa aún que el carísimo inmueble que los contienen y todo lo que hay allí dentro), llevando el  nombre de la calle donde desde 1931 funcionan.
Allí se grabaron desde discos de propaganda bélica durante la segunda guerra mundial, o actores como Peter Sellers contando chistes, hasta lo más granado de la música popular mundial.
En los últimos 50 años los Abbey Road Studios han visto entrar a Cliff Richard, (que se disputaba con Paul McCartney el célebre estudio 2, a tal punto que McCa se hizo construir una réplica del mismo bastante cerca de allí), The Shadows, The Beatles, (toda su discografía fue grabada ahí, menos Let It Be), Pink Floyd, Syd Barrett, The Zombies,  Al Stewart, David Gilmour, Kate Bush, Alan Parsons, U2, Paul McCartney...hasta Gustavo Cerati o Divididos grabaron en ARS.
Una cantidad de músicos enorme o una cantidad de músicos enormes, porque la calidad siempre fue un requisito para entrar y grabar su música dentro de esas míticas paredes.
Curioso dato: Ni John Lennon, George Harrison o Ringo Starr grabaron siquiera uno de sus discos solistas en el estudio.
Abbey Road integra el "tour beatle" londinense, of course, claro, allí grabaron casi toda su música y hasta se sacaron la foto que inmortalizó ese paso de cebra, a escasos metros, ilustrando sus últimas canciones, horneadas ahí mismo, ese paso por donde hoy siguen llegando hordas de turistas cruzando al revés que ellos esa calle, viniendo de la estación de metro para volver a cruzarla para sacarse la foto como los Beatles, parando el tránsito, molestando una y otra vez a los conductores que ya no deben entender la fascinación recurrente del curioso (fan beatle o no) por llegar a esa particular meca.
En Abbey Road Studios, propiedad de Electrical and Musical Industries, los turistas no entran, llegan hasta la verja. Las fotos que se conocen de su interior son las oficiales, no hay visitas guiadas, ni nada que se le parezca, lo más parecido, es que dejan grafitear las paredes que contienen las verjas que encierran el edificio y así inmortalizar la visita.
Para ir más allá hay que ser músico -y de los buenos- pagando por los servicios que allí se ofrecen, que además del más calificado personal técnico, incluyen software de grabación, restauración de grabaciones antiguas, remasterización digital y todo en convivencia con equipos a válvulas y tecnología analógica.
El intento de venta de los estudios de Abbey Road por parte de EMI encendió el debate en el Reino Unido. Por un lado, los músicos e intelectuales en defensa de mantener el edificio y las instalaciones como están y por el otro, los más liberales, partidarios de vender a toda costa un inmueble emplazado en una de las zonas más caras y bellas de Londres (St. John's Wood), a cualquier magnate con el talonario presto. A estos,
paradójicamente se les unieron los defensores del intercambio gratuito en formato mp3, opinando que hay que  rematar la casona en pos de mejores usos.
Paul McCartney, a quien de malos modos se lo instó a la compra y salvataje del estudio, se le ocurrió la idea de la cooperativa, es decir, que los empleados lo compraran pagándolo con su trabajo.
Finalmente EMI desistió (por ahora) de la venta tras las criticas, el gobierno laborista declaró el inmueble patrimonio histórico y por lo menos ahora no se podrá demoler. Ese mismo trámite hicieron con las casas de John Lennon y PaulMcCartney, que forman parte del Tour Beatle de Liverpool.
En estos tiempos de protools y grabaciones a los pies de la cama, de la autopromoción en Internet por medio de las redes sociales, estudios como Abbey Road, AIR o Electric Lady, han quedado obsoletos, pero no por pequeños sino por demasiado grandes y sofisticados.
Las mismas discográficas apuestan a la autoproducción de los músicos nóveles que contratan, que con los programas de edición digital actuales pueden grabar sus futuros hits a bajos costes.
Sólo los artistas consagrados tienen la posibilidad de contar con buenos estudios, avezados productores, grandes presupuestos.
No todos los músicos pueden alquilar micrófonos profesionales dentro de esas maravillosas salas, mezclados por ingenieros de sonido en  interminables mesas con miles de botones, allí donde un disco tenía por lo menos, la garantía mínima de buen sonido.
Esas sutilezas, en los actuales estándares de reproducción de la música, no se perciben.

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